No me parece mal el informe escrito por Ignacio Bosque, titulado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, y publicado en El País de 5 de marzo de 2012. En cambio, su título me parece incompleto: le falta un “Manolete, Manolete, si no sabes torear, pa qué te metes”. El texto es, ante todo, un ataque a quienes editan manuales de uso lingüístico sin contar con los “profesionales del lenguaje”.
Supongo que Ignacio Bosque considera “profesionales del lenguaje” a los peritos que reciben retribución por sus conocimientos. Y digo que lo supongo, porque Ignacio Bosque no tiene a bien definir los límites de la profesionalidad lingüística. Es una lástima que no se haya tomado la molestia, y lo digo sin pizca de ironía.
Como no soy una “profesional lingüística”1, prefiero tomarme algunas licencias expresivas: estoy hasta la parpusa de los tuercebotas que se dedican a legislar sobre todo. Vivimos oprimidos por una legión de Solones convencidos del poder taumatúrgico de la norma. No hay más que ver el reverente respeto con que tantos madrileños sucios cumplen el quintal largo de normas existentes sobre recogida de basuras. Las normas sobre evasión fiscal son para antología del humor negro español.
El furor legislativo español es un cáncer inextirpable que tiene al paciente en agonía desde hace siglos, sin que se aviste crisis ni cura que acabe con esa tortura. Así que, obligados a legislar, mejor un experto que un ignorante o que un sabidillo a medias. Yo, que no llego ni a sabidilla a cuartas, me conformaría con pedir un correctivo en plaza pública para quien acuñó y difundió expresiones imbéciles como:
el conjunto de la ciudadanía
poner en valor
mejorar la experiencia del cliente/usuario
De esta breve muestra, dos pertenecen al cursilísimo e ignorante lenguaje de las escuelas de negocios, y una es propia de la jerga política de bajo nivel. Mi resquemor es comprensible: en mi vida profesional me toca leer demasiadas barbaridades de todos esos técnicos de empresa gracias a los cuales España saldrá de la crisis en dos patadas. En menos, tal vez, ya que en Alemania no reclaman expertos españoles en administración de empresa, y no les quedará más remedio que sacrificar sus perspectivas profesionales en España.
Confío en que la RAE - que sí es sabia del todo- limpiará, fijará y dará esplendor al idioma oponiéndose a esas jergas infames que impregnan el mundo de la empresa, de la política y del periodismo. Que “el conjunto de la ciudadanía” pasará al mismo cubo de la infamia lingüística que “poner en valor” y “mejorar la experiencia del cliente”. Y, de paso, que se encargará de revisar su propio diccionario para evitarse alguna que otra vergüenza. De hecho, la caridad bien entendida empieza por uno mismo, y dado el volumen del Diccionario de la Real Academia Española, harán bien en ocuparse inmediatamente. No sea que llegue antes algún aficionadillo de tres al cuarto a rectificarles. Puestos a ser profesionales, que lo sean hasta las últimas consecuencias.
1Si hubiera escrito “profesional de la lengua” habría dado pie a lamentables malentendidos. Cosas de ser mujer: la menstruación, la menopausia y los dobles sentidos sucios.
1 comentario:
Bueno, en realidad sí que daba un ejemplo de "profesionales de la lengua". Concretamente de un manual para profesores de lengua española cuyos autores no habían ni siquiera consultado a esos profesores a los que iba dirigido.
Yo, que soy bien pensado en todo lo que no es política, quiero creer que Bosque se refería a quienes hacen del estudio de la lengua una profesión.
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