sábado, 10 de marzo de 2012

Eufemismos sobre la muerte



¿Bailas, chato?

Me desagradan los eufemismos en torno a la muerte, y los retorcimientos del vocabulario para alcanzar una palabra menos clara, más pudorosa. Hoy ha muerto Moebius, y ya he leído varios "fallecidos" y "difunto".
Entiendo perfectamente que en el uso periodístico se empleen palabras como "falleció" y "difunto". El lenguaje escrito es siempre más cuidadoso, más escogido. Permite licencias expresivas distintas a las propias de un lenguaje oral más directo y menos meditado.

Es justamente ahí, en la expresión oral, donde no soporto los "fallecidos" y los "difuntos". Me evocan a las lamentables pretensiones a la decencia de términos como "de aquí" (señalándose el trasero), "pipí" y "¿hacemos cositas?" Con puntillas, ganchillo y dibujos de rosas de Francia. Ese lenguaje cursi, recortado, propio de quienes cogen las copas y los cubiertos con el meñique enhiesto, a modo de banderín que grita ¡no sé manejar decentemente cuatro puñeteros instrumentos elementales!
Yo no bailo con usted, nonononono


Pero lo peor no es eso. La cursilería repele, pero no daña. Lo peor es esa ocultación morosa de la gran verdad: que vamos a morir, y que no hay remedio. Negar la mortalidad tiene consecuencias importantes. Algunas son de orden práctico: como no nos vamos a morir nunca, para qué hacer testamento o para qué donar nuestros órganos.

Negar la mortalidad encierra trampas aún peores. Cuando negamos la mortalidad de nuestros seres queridos, de nuestros conocidos, de nuestros amigos, negamos nuestra propia mortalidad. Escondemos el fin de los otros bajo eufemismos porque así disimulamos nuestra propia aniquilación. Ese espantoso voluntarismo egocéntrico: como YO no quiero morir porque YO estoy aquí para mejores cosas y a MÍ no se ME puede convertir en nada, estoy dispuesto a aceptar teorías trascendentes que ME convierten en (rellénese con lo que proceda, pero se reduce a un grito impotente de supervivencia). No soy una defensora de la resignación. Al contrario: ya que moriremos, luchemos por nuestra vida, que es lo único que realmente nos pertenece.

Y, por favor: si algún día os dicen que he muerto, no digáis "ha fallecido". O hacedlo, si queréis. Tampoco voy a enterarme...

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