domingo, 20 de diciembre de 2009

Internet, ese gran ausente en los archivos nacionales

Mucho habría que hablar sobre nuestros archivos. Y no digo aquéllo de "vergüenza debería darnos" y demás jeremiadas, porque estoy segura de algo: sobre el cuidado y la atención de los archivos, cualquier tiempo pasado fue aún peor.

Imagino que los responsables de los archivos viven preocupados por asuntos más graves que éste, pero no veo de qué forma pueden seguir eludiendo la instalación de wi-fi en sus salas de investigación.

El modelo tradicional de investigador de cuartilla y lapicero convive con un creciente número de investigadores de ordenador portátil, bases de datos y programas de gestión bibliográfica. Programas a los que sólo puede accederse mediante conexión a Internet, como el Refworks que yo manejo. Bien, pues en el Archivo Histórico Nacional me respondieron una cosa muy cómica cuando pregunté si había acceso wi-fi:

- A eso se va a un cibercafé.

Suelo ser una persona cordial, hasta que me tocan las narices. Así que le respondí tan secamente, que la persona en cuestión reculó y abordó la cuestión desde una perspectiva más -digamos- profesional.

Pero da igual: ni abordándolo profesionalmente, ni aunque te traten como si quisieras usar la red para chatear con los coleguitas. En el Archivo Histórico Nacional no se puede acceder a la red. En el Archivo General de Simancas, tampoco. Desconozco la situación de otros archivos nacionales.

Seguro que es un problema menor, pero es fácil de resolver, y resulta barato hacerlo. Es mucho más complicado y caro abordar un proyecto de digitalización o inventariar determinados fondos. Venga, corcho, un empujoncillo para que los archivos nacionales dispongan de un medio que existe y funciona en la Biblioteca Nacional, también dependiente del Ministerio de Cultura.

martes, 20 de octubre de 2009

Más descatalogados

Quería haberle hecho la pelotilla a mi tutor, el profesor Sánchez Belén. Así que me apresté a comprar su libro "La política fiscal en Castilla durante el reinado de Carlos II", con el ánimo de pedirle una dedicatoria (snif, qué tierno detalle pelotillero).

Y me quedé con las ganas. Porque el libro, editado en 1996, está descatalogado. No, no queda bonito pedirle al autor que me dedique unas fotocopias.

Así que la próxima vez que los editores españoles cacareen de miedo ante el libro electrónico, alguien debería ponerles en su sitio. Tal vez la ministra de Cultura, si es que se atreve. Porque los editores españoles ejercen su derecho a la propiedad intelectual con tanto celo, que esconden obras imprescindibles.

En esta ocasión no le hago la pelota a mi tutor si digo que "La política fiscal..." es absolutamente imprescindible para conocer la hacienda pública de la segunda mitad del siglo XVII, la época a la que yo también me dedico.

Afortunadamente, hay bibliotecas. Hay editoriales que parecen producir exclusivamente para las bibliotecas. Publican, no reimprimen, y se acabó. Deberían leer un poco más a Mario Muchnick y su obra "Lo peor no son los autores". Más que nada, para que se les meta en la cabeza que existen las máquinas de tirada corta. Incluso hay libros electrónicos, ese "coco" ante el que se mueren de miedo, y que solucionaría problemas como la descatalogación de ensayos imprescindibles. Pero como no ven más allá de "El código Da Vinci" y otras ilustres mierdas, apañados vamos.

miércoles, 29 de julio de 2009

Miguel Artola, ese descatalogado

MIGUEL ARTOLA, DESCATALOGADO POR OBRA Y GRACIA EDITORIAL

La industria editorial española ha decidido dejar en el limbo de los descatalogados una obra fundamental. Se trata de "La Hacienda del Antiguo Régimen", de Miguel Artola.

31 euros de segunda mano, y me quedé con el último ejemplar decente, sin anotar ni subrayar, que se ofrecía en las redes de libro antiguo y de ocasión.

El ensayo de Artola es básico, no está pasado de moda, no está superado por ninguna otra obra de conjunto. Debería ser un ABC del historiador modernista. Pero, ¡cómo no!, nuestras queridas editoriales no se deciden a sacarlo del limbo de los descatalogados. Esas guardianas de la cultura adquieren derechos de obras que sepultan después en el olvido. Alguien, algo, debería frenar esa interpretación abusiva de uso de derechos.

miércoles, 4 de febrero de 2009

¿Por qué cuernos no se reimprime "La Guerra de Sucesión Española", de Henry Kamen?

Año 2009. Desde el año 1974 han transcurrido... a ver...

35 años

Hace 35 años de la primera y última edición en castellano de “La Guerra de Sucesión Española”, de Henry Kamen...

... y desde entonces, nadie se ha tomado la molestia de reimprimirla.

Lógico, ¿verdad? Porque el libro no trata de conjuras cátaras, ni de cocina minimalista para estómagos exigentes, ni de esas grandes verdades que la arqueología oficial nos oculta. Ni siquiera insulta, aunque sea un poquito. Así no es posible publicar, caramba...

Más lógico aún, si consideramos que la obra no la firma Iker Jiménez, ni Curri Valenzuela, ni Dan Brown. Tampoco luce en la portada al socorrido cocinero con su gorro. Es tan sólo un libro de historia firmado por... un historiador. Menudo disparate: un historiador que escribe ensayos históricos. ¿Dónde vamos a ir a parar?

Fíjense qué horror: Henry Kamen escribió su libro tras una etapa de investigación en archivos. Ni Internet, ni ná de ná, que ya hace falta ser inútil. Y si sería lento, este buen Kamen, que tuvo que investigar en fondos originales de archivos y bibliotecas españoles, franceses e ingleses. En varios idiomas, por fastidiar, y sin traductores electrónicos, que este tío antiguo escribía en 1974 y por entonces aún utilizaban bolígrafos y diccionarios de papel. No se puede ser más cutre.

Pero lo imperdonable es que se trate de un prestigioso ensayo global sobre la guerra de Sucesión. Pero, ¿cómo se le ocurre a este guiri meterse en nuestras cosas, y además, escribir con claridad un ensayo documentado en fuentes originales? ¡Es verdaderamente imperdonable!

Una vez más, la industria editorial española a la vanguardia. Lloraría de orgullo patrio, pero se me corre el rímmel.

Y merece mención extraordinaria, por su desinteresada contribución a la cultura, la red de bibliotecas de la Comunidad de Madrid. No existe ni un solo ejemplar de esta obra de Kamen en el catálogo de bibliotecas. Así, más de seis millones de habitantes se libran de tocar, siquiera de chiripa, este ensayo.