Mucho habría que hablar sobre nuestros archivos. Y no digo aquéllo de "vergüenza debería darnos" y demás jeremiadas, porque estoy segura de algo: sobre el cuidado y la atención de los archivos, cualquier tiempo pasado fue aún peor.
Imagino que los responsables de los archivos viven preocupados por asuntos más graves que éste, pero no veo de qué forma pueden seguir eludiendo la instalación de wi-fi en sus salas de investigación.
El modelo tradicional de investigador de cuartilla y lapicero convive con un creciente número de investigadores de ordenador portátil, bases de datos y programas de gestión bibliográfica. Programas a los que sólo puede accederse mediante conexión a Internet, como el Refworks que yo manejo. Bien, pues en el Archivo Histórico Nacional me respondieron una cosa muy cómica cuando pregunté si había acceso wi-fi:
- A eso se va a un cibercafé.
Suelo ser una persona cordial, hasta que me tocan las narices. Así que le respondí tan secamente, que la persona en cuestión reculó y abordó la cuestión desde una perspectiva más -digamos- profesional.
Pero da igual: ni abordándolo profesionalmente, ni aunque te traten como si quisieras usar la red para chatear con los coleguitas. En el Archivo Histórico Nacional no se puede acceder a la red. En el Archivo General de Simancas, tampoco. Desconozco la situación de otros archivos nacionales.
Seguro que es un problema menor, pero es fácil de resolver, y resulta barato hacerlo. Es mucho más complicado y caro abordar un proyecto de digitalización o inventariar determinados fondos. Venga, corcho, un empujoncillo para que los archivos nacionales dispongan de un medio que existe y funciona en la Biblioteca Nacional, también dependiente del Ministerio de Cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario